Escuché una vez, a un viejo decir en un bar, que el hombre, con el tiempo, se acostumbra a todo... Se acostumbra a vivir a menos de cuarenta grados; o a vivir a más de cuarenta. Se acostumbra a estar en una silla de ruedas, a perder un brazo, o a no tener padre. Incluso a vivir en un puñetero barco en el fin del mundo. Decía ese viejo que era la estúpida manera que tenemos para seguir siendo felices.
Pero hay un montón de cosas a las que no te acostumbras, ni con todo el tiempo del mundo... No te acostumbras al hueco del otro lado de la cama, nunca te acostumbrarás a no ver su sonrisa, o a dejar de pedir dos copas en un bar, o a comprar dos entradas para un concierto. A no notar su olor, ni sus besos. Ni a que se te reviente el alma cada vez que te mires al espejo, y te das cuenta de que eres el gilipollas más grande del mundo, por haber dejado escapar al amor de tu vida.
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